jueves, 21 de junio de 2012



Ignacio Godínez Tenorio

Colaboración: Hector A. Neve Castro    pentapm47
Para grupo: pentas de corazón


Por el C. Comandante de la Zona Jalisco
3er. Cmdte. de Cadts. de Inf. M. C.
ROMUALDO CABEZA DE VACA CURIEL

Transcripción del documento oficial de la narrativa de este hecho heroico en la Zona Jalisco del PDMU



El joven Ignacio Godínez Tenorio, nació el 26 de agosto de 1929 en la ciudad de Guadalajara Jalisco, siendo hijo del Sr. Anastasio Godínez y de la Sra. María Luisa Tenorio. Era el tercero de entre cinco hermanos.

Cursó la primaria en el centro escolar Manuel Martínez Valadéz, terminando a los doce años. Ingresó después a la secundaria del Estado durante un año y pasó posteriormente a la Iniciación Universitaria (secundaria) de la Universidad Autónoma de Guadalajara.

Dos años tenía ya en la Zona Jalisco del Pentathlon Deportivo Militar Universitario, y por su constancia, su trabajo y conocimientos había ascendido a Cabo de Transmisiones, que era la Unidad a la que pertenecía.

El día 27 de febrero de 1945, a las 6 de la mañana, había salido la cadetería, por órdenes de la Sección Militar a unas prácticas de marcha a fin de cumplir con el programa en aquel entonces establecido.

El punto escogido para tal práctica, lo fue la Barranca de Huentitán, sobre el curso del río Verde, para alcanzar en fin de jornada el punto denominado Lago de los Caimanes, que es un ensanchamiento del mencionado río. En su playa relativamente extensa, el personal debía acampar.

La marcha de traslado hasta la cresta de la barranca se verificó sin novedad, y se inició el empinado descenso hasta la margen poniente del río, para encontrarlo excepcionalmente crecido; cuando en la actualidad normalmente es lo contrario.

Se reunió a la oficialidad y se estudió el plan para vencerlo, presentándose dos soluciones: o se recorría una distancia de 10 kilómetros aguas abajo sobre una ribera hasta alcanzar un deteriorado puente colgante, o se seguiría un kilómetro aguas arriba hasta encontrar un estrechamiento del crecido río. El Mando resolvió lo último, ya que dejaría indiscutiblemente mayor experiencia a la Cadetería que integraba la columna.

Se localizó la angostura del río pretendida y se dieron las órdenes conducentes para pasarlo, después de los planes que con anterioridad se habían estudiado. Se ordenó que cuatro de los elementos que supieran nadar dieran un paso al frente y lo dieron seis, entre los que se encontraba el Cabo Godínez Tenorio. Se les explicó, que el plan consistía en pasar a nado el río llevando asidos a la cintura un cable cada uno, para que una vez franqueado el objetivo los amarraran a la otra orilla a fin de tender un puente por donde todo el personal pasaría sin peligro de que la corriente los arrastrara y no se mojara el armamento, el vestuario y el equipo. Se les indicó que una vez conocido el plan, regresaran a sus lugares los voluntarios que temieran algo, habiéndose quedado sin moverse tres, entre los que se encontraba el Cabo Godínez Tenorio.

El río seguía rugiendo y levantando oleadas al chocar contra algunas salientes rocosas; nuestros tres voluntarios iniciaron la travesía a nado, habiéndose lanzado al río como a cien metros aguas arriba para que con la fuerza de la corriente fueran arrastrados al punto deseado. Los tres lo hicieron con gran maestría, y en esfuerzo constante, jadeantes, pudieron vencer la fuerza de la naturaleza. Una vez en la orilla opuesta, amarraron sus cables entre los troncos de los árboles ribereños, y se dio la orden para que cada uno de los integrantes de la columna fuera pasando el caudaloso río, portando en una mano, su arma, su equipo y su ropa y con la otra sosteniéndose del tirante que los nadadores habían puesto. Todo el personal verificó la sensación de peligro pero, salvo algunos detalles chuscos, el ejercicio resultó provechoso para todos.

Ahora los tres nadadores regresaron a desatar los cables, y aunque los hicieron asidos a ellos, ya una vez desatados era preciso que regresaran de nuevo a nado hacia la orilla oriente donde con gran regocijo se recostaba y descansaba toda la columna. De nuevo los tres a un tiempo se lanzaron al agua, y uno de ellos, según se confirmó después, le sobrevino un calambre en la pierna y se sintió impotente; la corriente lo empezó a arrastrar, se zambulló en dos ocasiones, tomó agua, gritó, hay expectación en la orilla y sin perder tiempo, el heroico cabo de transmisiones Ignacio Godínez Tenorio, va en su ayuda, lucha contra la corriente, lucha contra la desesperación del que se ahoga, logra sujetarlo y le da confianza, le da la punta de su cable y un grupo lo arrastra hasta la orilla; se le presta con diligencia los primeros auxilios médicos y empieza a recobrarse, pero ... ¿y Godínez Tenorio? ¿Dónde estaba?... ¡nadie lo volvió a ver! Nuestros corazones palpitan más aprisa, existe mayor angustia general que la anterior, se grita su nombre, nadie responde y tras la expectación todo queda en silencio... EL CABO IGNACIO GODINEZ TENORIO HABIA OFRENDADO SU VIDA POR SALVAR A UN COMPAÑERO.

Se formula rápidamente el trabajo de salvamento del cuerpo inanimado de un Héroe Pentathleta...pero, ¿dónde estará? A un grupo de quince jóvenes se les ordena buscar aguas abajo, a paso veloz, por toda la ribera para ver si localizan el cadáver, recorren más de 10 kilómetros y regresan exhaustos sin resultados positivos, ya que a esa distancia el río se ensancha y las grandes rocas hubieran detenido el cadáver en caso de que hubiera sido arrastrado; se envía a dos oficiales con la comisión de dar parte a la XV Zona Militar, a sus familiares, al Agente del Ministerio Público, a la Cruz Verde, etc. Se espera impacientemente a que las tormentosas aguas bajen su caudal hora tras hora. Por la tarde se hacen intentos de bucear pero las corrientes aún son muy fuertes.

Un campesino, ya obscureciendo nos informa que había visto corriendo por el cerro a un muchacho desnudo... nos sentimos alegres de momento pero consideramos inverosímil la noticia, pero ante la duda, se envía una patrulla a buscar por todos los cerros circunvecinos, regresando dos horas después sin noticia alguna. Se establecen guardias permanentes con reflectores a los largo del río toda la noche, pero amanece y no se ha visto ni encontrado indicio de él.

Empieza a despertar el día, nadie ha dormido, el rugir de las aguas se han tornado pacíficas, ahora el río se nota más tranquilo, menos agresivo, menos profundo, más silencioso. Nuestros mejores nadadores se aprestan a bucear, lo hacen una y otra vez, hora tras hora, descansan y trabajan sincronizadamente y en forma continua, pero no se ven rastros. Por la tarde de ese segundo día, unos campesinos nos venden cohetones que vamos tirando uno a uno al lago, se levantan grandes burros de agua, se estremecen los cerros, y salvo gran cantidad de pescado que sale muerto, nuestro Héroe no aparece. Ya para entonces, el padre y el hermano de Godínez Tenorio se encuentran en nuestro campamento; sufren en silencio, pero ante nuestra angustia y lucha tenaz por encontrar su cadáver, permanecen observando las maniobras sin externar palabra.


Concentramos a toda nuestra gente; ya el río no es capaz de arrastrar un cuerpo inanimado sin ser visto y por ello se ordena abandonar sus puestos de observación. Tenemos la seguridad de que está frente a nosotros, en el fondo, quizá enredado entre la flora del fondo, o prensado entre rocas, o sostenido en las profundidades por corrientes internas, ¡no lo sabemos a ciencia cierta! pero nos da la corazonada de que nuestra búsqueda debe de concentrarse en el espejo del remanso que se llama "Lago de los Caimanes". Nos proveemos de varios anzuelos, mismos que amarramos a una rama por medio de agujetas de calzado, les ponemos una piedra para que se hundan, pero ese sistema lo unimos a un cable y lo lanzamos al fondo. Esas rastras las vamos halando y se inicia el rastreo metro por metro, centímetro por centímetro, con paciencia, con fe, pero nuestro Héroes sigue sin aparecer.

Otro campesino nos asegura que él podrá encontrarlo si lo dejamos actuar en un experimento que consiste en meter una vela encendida en un bule hueco, lo suelta aguas arriba y la corriente lo va arrastrando; cuando el bule se quedó en un lugar fijo por las corrientes internas imperceptibles en la superficie, grito: ¡ahí debe de estar!. En ese lugar por no dejar rastreamos de nuevo, pero nada.

Seguimos con nuestra lucha incansable, el día se estaba muriendo, era el tercero y ya las raciones alimenticias escaseaban; la moral estaba desfalleciendo de todos los ahí reunidos. Pero, un grito de uno de los muchachos rastreadores nos obligó a fijar la vista en su rastra; enganchado de su calzoncillo por un anzuelo salió a flote el tan buscado cuerpo de nuestro Héroe. Sin demora se arrastró hasta la playa, percibiéndose que su estado cadavérico no era el clásico de todos los ahogados, aunque si estaba comido por los pescados en sus partes más salientes y blandas.

Todos, con un grito interno en medio del sufrimiento, se dieron tarea de construir una camilla con dos ramas gruesas, otras más delgadas atravesadas y hojas para formar el lecho mortuorio.

Con el aire el cadáver entró en rápida descomposición, no obstante era necesario trasladarlo a cuestas por la ribera del río aguas abajo por varios kilómetros hasta encontrar el puente colgante. Los muchachos cada diez minutos, de cuatro en cuatro se iban turnando, con su carga que empieza a desechar la adiposa que es la grasa de los cadáveres, y que estoicamente aunque se ensuciaban todos seguían turnándose. Se ascendió la pesada cuesta, paso a paso, resbalando y sudorosos, en silencio, con la mirada muy en lo alto hasta alcanzar la cima, en donde se terminaba la jornada, ya que ahí se encontraba una ambulancia de la Cruz Verde quien se encargó de trasladarlo hasta Guadalajara.

Se tramitó ante la Autoridades competentes la exclusión de la Autopsia de Ley y lo logramos.

Por la noche ya en su domicilio familiar, situado en la calle República número 513, entre los cirios, los rezos, la tristeza y los comentarios heroicos del Cabo Godínez Tenorio, los Cadetes uniformados de Gala montaron guardia permanente al féretro de un compañero Pentathleta caído Heroicamente. El ataúd estaba cubierto con nuestra Bandera Guión, y como símbolo: un Espadín y una Moscoba de Gala.

El día 3 de Marzo amaneció, y a las 8 horas, se encontraba reunido casi todo el personal de la Zona Jalisco del Pentathlon en las afueras del domicilio de la familia Godínez Tenorio. Llego la carroza tirada por elegantes corceles fúnebremente ataviados; se llegaba la hora de los funerales.

A las diez horas partió la columna en la siguiente forma: nuestra banda de guerra con cajas destempladas a la descubierta, la carroza custodiada por cuatro gallardos Cadetes, una sección de cadetes en columna por dos, los miembros del estado Mayor y los familiares, coches de acompañamiento y todo el personal faltante de la Zona Jalisco al final. Las calles se conmovieron a su paso, y en esa forma se llegó al Panteón de Mezquitán para el último adiós.

Al momento de bajar el ataúd en la fosa, nuestra corneta de órdenes entonó un largo, melodioso y sostenido toque de silencio que nunca olvidaremos, pues fue el lamento sincero de toda la Zona Jalisco del Pentathlon Deportivo Militar Universitario. En esa forma se epilogó la vida de un joven Pentathleta, de escasos 15 años de edad, que había dado su vida valerosamente, heroicamente a cambio de la de uno de sus compañeros.

Un año después sus compañeros pentathletas regresan al lugar de los hechos a recordar al niño héroe Ignacio Godínez Tenorio.
FUE UN HEROE, EL UNICO EN CASI 24 AÑOS DE VIDA DEL PENTATHLON EN TODO EL PAIS Y DEBE DE CONSIDERARSELE COMO TAL, YA QUE OFRENDAR SU VIDA POR SALVAR A UN COMPAÑERO, NO ES UN ACTO COMUN Y PASAJERO, ES UN ACTO HEROICO, QUE TODOS LOS PENTATHLETAS DE LA REPUBLICA DEBEN DE RECORDAR Y CITAR CON CARIÑO, COMO EJEMPLO Y CON ORGULLO.
¡CABO DE TRANSMISIONES IGNACIO GODINEZ TENORIO, DESCANSA EN PAZ!

PATRIA, HONOR Y FUERZA


ROMUALDO CABEZA DE VACA CURIEL, Médico Cirujano, Tercer Comandante de Cadetes de Infantería, Comandante de la Zona Jalisco del Pentathlon Deportivo Militar Universitario, en uso de las facultades que le confiere las fracciones Tercera y Cuarta del Artículo Nueve del Código Fundamental de la Institución y,

CONSIDERANDO:

1.- Que habiendo fallecido el 27 de febrero de 1945 el Cabo de Transmisiones Ignacio Godínez Tenorio, en el punto denominado "Lago de los Caimanes" sobre la barranca de Huentitán.

2.- Que fue un hecho comprobado, por medio del cual perdiera la vida al salvar a un compañero.

3.- Que fue ejemplo de Fraternidad y es Gloria para la Zona Jalisco del Pentathlon Deportivo Militar Universitario.

4.- Que debe de perpetuarse su nombre y la fecha del Acto Heroico.

Por lo tanto he tenido a bien,

DECRETAR:

Se establezca el "Día del Heroísmo Pentathleta" el primer domingo de marzo de cada año, para perpetuar el Heroísmo del Cabo de Transmisiones Ignacio Godínez Tenorio, debiendo verificarse en ésas fechas una Ceremonia en el lugar preciso de su fallecimiento.

Así mismo se establece la Medalla "Godínez Tenorio" como la más alta distinción para los Actos de carácter Moral, Fraternidad y Cariño a la Institución.

Este Decreto es dado en las Oficinas Generales de la Zona Jalisco del PDMU, ciudad de Guadalajara, a los diez días del mes de marzo del año de mil novecientos sesenta y dos.

PATRIA, HONOR Y FUERZA


LXII ANIVERSARIO DE LA GESTA HERÓICA DEL CABO DE TRANSMISIONES IGNACIO GODINEZ TENORIO.

 Este fin de semana, 3 y 4 de marzo de 2007 en el fondo de la barranca de Huentitán en Jalisco, cientos de pentathletas Activos, Egresados y Simpatizantes  se dan cita para honrar la memoria del heroico Cabo de Tr. Ignacio Godínez Tenorio quien ofrendó su vida generosamente por rescatar a un compañero de las turbias aguas del río Verde-Santiago.
Los hechos ocurrieron el 28 de febrero de 1945 cuando el grueso del contingente del PDMU realizó maniobras de campo en el citado lugar. Al encontrar el río muy crecido se optó por instalar con cables un puente colgante para que la tropa cruzara dejando a salvo el armamento y el equipo, cuando se instalaba el operativo a uno de los nadadores voluntarios le sobrevino un calambre que hizo que la corriente le arrastrara con grave riesgo de perder su vida. Sin pensarlo más, nuestro Cabo Godínez Tenorio, soltó su cable para cederlo a quien sufría pero él fue arrastrado por la corriente. Tres días después, fue encontrado su cadáver al que se sepultó en el panteón Mezquitán con las honras fúnebres correspondientes.
Cabo de Transmisiones Ignacio Godinez Tenorio: Murio en Servicio.

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